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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

EN LA CIUDAD BLANCA **

– Ese reloj de ahí, va al revés. – No, él va bien. El mundo es el que va al revés. Si hacemos que todos los relojes vayan al revés, el mundo irá como debe ir.
– Mi barco está en medio del Atlántico, o del Pacífico. Soy un desertor. Soy alguien con ganas de dormir, de pasear, de soñar.
– En la pensión hay una camarera que tiene un diamante negro entre las piernas. No creo que sea ella lo que me retenga pero lo cierto es que amo a dos mujeres al mismo tiempo. Me invaden sentimientos opuestos de confusión y felicidad.
– El tiempo se ha disuelto. Por la mañana bebo un vaso. Sin embargo ya no existe la mañana, ni la tarde, ni la noche. También bebo por la tarde y por la noche. Duermo durante el día, ya nada existe en realidad. El silencio resulta pesado y ligero. Tres dedos separan el coño del ano de una mujer. Soy un embustero que intenta decir la verdad.


– Si quieres jugar, procura repartir mejor las cartas.
– ¿No te queda dinero? ¿Y qué vas a hacer? – Una película de amor.


Una película del año 83, cuando éramos jóvenes, felices y despreocupados, nos regala una Lisboa fascinante a través de los ojos de un marinero suizo que decide desertar de su barco y perderse por la mágica ciudad blanca. Alain Tanner ausculta los pequeños callejones oscuros y románticos de la antigua Lisboa y las mujeres que llenan el cielo de la Alfama de sábanas blancas mientras Bruno Ganz, en estado de gracia, graba para nosotros con su cámara de súper 8 el olor y el aire de Lisboa, el de la ciudad blanca y pura. Y es que las ciudades se eligen para vivir y para amar, pero también para morir. Lo único que desea el protagonista es detener el tiempo, olvidarse del pasado, matar a los relojes. Y todo en medio de una calma absoluta. Porque el tiempo, como dijo Cortázar, se siente menos si nos estamos quietos.

Temas

lisboa

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


junio 2010
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