“Un día dejé de ser amable.” Con este comienzo electrizante y tormentoso se alza el telón de esta desasosegante novela. Manu, el protagonista, se levanta un día y decide dejar de ser amable. Así, sin más. Es el principio de una serie de conflictos que comienzan a desencadenarse a lo largo de dos jornadas en las que vamos siguiendo los pasos del protagonista: su relación con compañeros de trabajo, con su pareja, asistimos a sus reflexiones, recuerdos, le acompañamos a un entierro….. Ese es todo el argumento. Para alguien como yo, que me muevo en otros registros, aquellos en los que en la novela no dejan de ocurrir cosas, en las que me aprovecho del engaño, del mcguffin, de la intriga, del qué sucederá, de los hilos folletinescos, del relato ametrallado de historias, “Epitafio” supone un reto fascinante. Como escritor y también como lector. Paloma González lo supera con matrícula. No mantiene nuestra atención con giros inesperados ni con un dosificado suspense. Sino que la mantiene frase a frase, idea a idea. En “Epitafio” hay todo un catálogo de frases memorables:
“Me enamoré de sus silencios. Para el silencio hay que entrenarse”.
“La fotografía de la lápida representa mi historia inacabada, todas mis expectativas. Los libros que me han fascinado son el espejo de mi fracaso”.
“Es preciso no querer para enterrar sin culpa. Hay que evitar estar presente en el rito de despedida, apresurarse a echar tierra. Que cada cual se lleve las culpas que le pertenecen.
“Acabas de ingresar en las mazmorras de la literatura, ya no serás capaz de salir de ahí. Es engañoso. Crees que entrando por la puerta de la cocina llegarás al salón. Pues no. Se te acabará quitando el hambre de sentarte a la mesa del banquete, ya verás. Si quieres escribir, tienes que seguir haciéndolo como si trabajases conduciendo un taxi”.
No tiene que ser nada fácil escribir una novela como “Epitafio”. Una novela que tiene mucho de ensayo, una novela que bebe de personajes míticos como el Bartleby, el anónimo protagonista de “El extranjero” de Camus o el Gregorio Samsa de “La metamorfosis”. Bueno, no soy nada original si digo que el comienzo me ha recordado mucho el de la obra de Kafka. Los dos protagonistas sufren una metamorfosis, una transformación que va a marcar sus vidas. La de Gregorio Samsa todos la conocemos, la de Manu, como ya hemos dicho, consiste en dejar de ser amable, entre otras cosas porque el protagonista concluye que la amabilidad apareja servidumbre. “Nada más mentiroso que la amabilidad”. Dije que no era nada fácil escribir una novela así, una novela que en el fondo no deja de ser una crítica a los chantajes emocionales. Y no es nada fácil que te acabe atrapando, incluso utilizando un protagonista exclusivo que es un auténtico cretino. “Estuve tentado en abandonar los límites de la desamabilidad para adentrarme en la caracterización del perfecto cretino”. Paloma González lo ha conseguido. Chapeau.