Publicado en El Norte de Castilla el 4 de marzo de 2011
Las empresas del Ibex 35 han desvelado sus resultados en el último ejercicio. En medio de la crisis apocalíptica que nos rodea y que tan preocupados están en recordarnos a cada minuto, las megaempresas fetén y de alto copete reconocen 48.000 millones de euros de ganancias, un 161% superiores a las declaradas en 2009. Menudencias como que Telefónica se ha convertido en la compañía española con mayores beneficios anuales de la historia, ganando más de diez mil millones, un 30,8% más que el año anterior. Y no aburro con las cuentas del Banco de Santander, Repsol, BBVA o Endesa. Tela marinera. Por supuesto, con la saca bien repleta, los altos directivos se reparten el botín, subiéndose el sueldo un 10% (lo que supone 180 millones de euros). Hablamos de ejecutivos que ganan entre 5 y 10 millones al año y que, en algunos casos, dirigen empresas que están sufriendo recortes de personal. Con un par.
El Armageddon financiero sólo es otra manera miserable para que los de siempre se llenen los bolsillos. Claro que los gerifaltes de estas grandes empresas ya han empezado a llorar. Dicen que para el 2011 las previsiones indican que no ganarán tanto. Pobrecitos. Los obreros les ayudarán a llegar a final de mes. Que no se preocupen. Algunos expertos ya auguran que la tremenda desigualdad global que está en el origen de las revueltas árabes sacudirá también Occidente. Se extiende la rabia. Ha empezado en EEUU. Allí los ricos acumulan riquezas mientras los salarios no han crecido en 30 años. En Europa es casi peor. Los programas económicos son insostenibles e injustos. Los débiles deben pagar por errores que no han cometido mientras los políticos inyectan dinero público a bancos y empresas. Ahora vienen las elecciones y el despilfarro en mítines faraónicos, en mentiras, en promesas. Políticos convertidos en especuladores de casino. La economía, en fin, dirigiendo la política y provocando que los Gobiernos acaben con las manos atadas y poniendo parches para que el banco no se hunda. Perdón, para que el barco no se hunda. En qué estaría yo pensando.