En ‘Veinte años después’ Dumas recuperó a los tres mosqueteros. El gran Paco Ignacio Taibo II ha hecho lo mismo con Sandokán en ‘El regreso de los Tigres de Malasia’. Quién mejor que él (que creció con el código ético de los Tres Mosqueteros, la actitud vital de Robin Hood y el antiimperialismo de Sandokán) para escribir una continuación de las aventuras del príncipe malayo veinte años después. Nuestros héroes de la infancia han envejecido pero no dudan en salir de su voluntario retiro para enfrentarse a una misteriosa y sangrienta conspiración. En este nuevo pastiche salgariano tenemos aventuras trepidantes con olor a mar cocinadas en brevísimos capítulos llenos de acción, prosa de lujo y diálogos memorables. El resultado es una absorbente novela (escrita utilizando las armas de Salgari: malas enciclopedias, buenos personajes, mediocres atlas, anacronismos, dislates y mucha pasión e imaginación) en la que caben sociedades secretas, prostíbulos, espías, casinos, submarinos, laberintos, castillos rococó, traficantes de esclavos, filósofos y todo tipo de aventuras. Paco Taibo ha preparado un entretenidísimo cóctel en el que tienen cabida Engels, el Hombre Ilustrado de Bradbury, Moriarty, Kipling, Old Shatterhand (el famoso personaje de las novelas de Karl May), la Comuna de París e, incluso, el Kamasutra. Una prodigiosa Torre de Babel que llega hasta nosotros a bordo de ‘La Mentirosa’, el barco en el que regresan los Tigres de Malasia emborrachados por la religión de Sandokán: la venganza es sagrada, la violencia apetecible, la modernidad desconfiable, la inocencia inexistente y los débiles protegibles. «Los lectores de ‘Los tres mosqueteros’ nos mantenemos en la lucha, mientras que los líderes de la izquierda pasan a presidir el Fondo Monetario Internacional» (Taibo dixit). El regreso de Sandokán es necesario en este mundo cada vez más desquiciado. Nadie podrá matar a nuestros héroes. Son eternos, inmortales. Ellos lo saben: «Somos inmortales porque si nos matan otros soñarán que somos nosotros. Nuestro legado permanecerá». Bendito Sandokán. Bendito Taibo.