TRANSICIÓN 2.0
Había preparado un plan alternativo para este fin de semana. Cualquier cosa con tal de huir de elecciones, de irritantes campañas electorales y de mítines solo aptos para fanáticos. El pasado fin de semana fue el ensayo general para la gran escapada. Pensaba hablar de Mordzinski y su vuelta al mundo en 80 retratos de escritores, de la Biblioteca Blanca de Jesús Capa, del inmortal Benito asomándose de nuevo a su ciudad natal desde su paleta mojada en la alegría de la Belle Époque, de la exposición de bicicletas antiguas en la Casa Zorrilla. Cualquiera de esas propuestas valdría con tal de escapar del mordisco de las urnas en llamas. Eso pensaba al menos hasta la irrupción del Movimiento 15-M. Por fin algo se mueve en este país. La semilla de la indignación comienza a crecer. La juventud no está tan anestesiada como parecía.
Quizá sea pronto para que cambien las cosas. Desgraciadamente, la podredumbre moral no va a tener castigo en las urnas. De hecho, las listas más podridas saldrán reforzadas. Sin embargo, el éxito del Movimiento 15-M comienza a dar miedo a todos los partidos. Excepto al PP. Van sobrados. Saben que los votantes de derecha son muy fieles. Solo eso explica la contestación de Rajoy a los indignados («lo fácil es descalificar a los políticos») y su chulería posterior («no me hace falta ni pedir el voto»). Aun así deberían de tener en cuenta la opinión de miles y miles de jóvenes que no se resignan a ser una generación perdida. Esta movilización popular, nacida al calor de las redes sociales, reivindica sobre todo una política más justa y real. Ni son antisistema ni piden la abstención. Eso sí, van contra los políticos que se arrodillan ante el capital y que no se cortan en pedir austeridad desde un Mercedes Clase A. Y van contra la infame Ley D’Hondt que no respeta el principio básico de una persona, un voto (y que tan bien viene y tanto apoyan los dos grandes partidos). Son jóvenes a los que les sobra demasiado mes al final del sueldo. Buscan, reclaman, exigen una revolución para hacer una transición 2.0. Una asignatura pendiente en este país.