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Vicente Álvarez

EL FARO DE AQUALUNG

LA ROSA PÚRPURA DE PARÍS

Tengo una cita con Woody Allen. Todos los años. Nunca me falla. La cosecha de este año lleva por título “Midnight in Paris”. Una comedia entrañable, romántica, divertida, chispeante, mordaz y encantadora. Una pequeña joya. Una verdadera carta de amor a París. Algunos dirán: la misma película de siempre, con los mismos créditos de siempre, con la misma música de siempre. Pues sí, ésa es la grandeza de nuestro psicoanalista preferido. Y por eso le queremos. Tengo que reconocerlo: jamás seré objetivo con Woody Allen. El director neoyorkino lleva cuarenta años empeñado en mostrarnos, a la manera de Balzac, “La Comedia Humana” de nuestros días. “Midnight in París” es un eslabón más. Una vuelta de tuerca a “La rosa púrpura de El Cairo”. Una fábula fantástica a medio camino entre la nostalgia y el optimismo. Un viaje por los cafés y bares parisinos de los años 20, con Buñuel, Scott Fitzgerald, Picasso, Hemingway o Dalí, entre otros. El viaje al pasado convertido en terapia para el protagonista, Gil, un escritor en plena crisis protagonizado por un Owen Wilson en continuo síndrome de Stendhal. Noches mágicas en Paris en las que Gil, tras las campanadas de medianoche, cual nueva Cenicienta, viaja al mundo de sus sueños y de sus mitos para, entre otras cosas, conocer a su amada imposible. Lo mejor de esta nueva pepita de oro es la permanente sonrisa que te acompaña a lo largo y ancho de la película. Algo típico (e impagable) en el cine de Woody Allen. Pero aún hay otra cosa mejor y que no se ha señalado suficientemente: el planeado discurso que se adivina y que se transforma en una de las mejores reflexiones que jamás he escuchado sobre el arte: la excesiva magnificación por el arte del pasado provoca la ceguera y la minusvaloración del arte presente. Una auténtica constante a lo largo de los siglos. Tuvo que venir el bueno de Woody para recordárnoslo.


Gil: ¿Le importaría leer mi libro?
Hemingway: Lo odiaré. Si no me gusta, lo odiaré, porque odio la mala literatura. Y si me gusta, tendré envidia, y también lo odiaré. Nunca dejes que otro escritor opine sobre lo que has escrito.

Sobre el autor

Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón. www.vicentealvarez.com


mayo 2011
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