Publicado en El Norte de Castilla el 10 de junio de 2010

A pesar del título de la columna, no apetece hablar de la crisis del pepino. La cosa no está para hacer chistes fáciles. Ya se han hecho bastantes. Aunque, con la que está cayendo, sí que apetece, la verdad, meter un pepino por salva sea la parte a más de uno. Cada día sale un nuevo caso de corrupción política. A ambos lados de la orilla. No se salva nadie. Por supuesto, en España no se conjuga el verbo dimitir. Sánchez Dragó hablaba hace poco del viejo código de honor de los samuráis y comparaba a los políticos españoles con los japoneses. La clave es sencilla: aquí los políticos no buscan el bien común sino su propio bien. La política entendida como una carrera: buscar un trabajo para toda la vida. Y cuánto más se suba en la carrera política, más amplia la agenda de contactos. Yo por mi poltrona, mato. ¿Dimitir? ¿Eso qué significa?

No sé quién tendría que dimitir por el escándalo del Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia pero en cualquier país civilizado habrían rodado cabezas. El problema no es encargar una biografía de Franco a un tipo que, según sus propias palabras, siente “un profundo desprecio hacia la democracia”, un tipo para quien los matrimonios homosexuales “son una monstruosidad contra la naturaleza”, un tipo que se ha caracterizado siempre por ser un gran defensor de las bondades del franquismo. Un miembro del Opus Dei, vinculado a la Fundación Francisco Franco y Presidente de la Hermandad del Valle de los Caídos buscará, impepinablemente, dulcificar la imagen de Franco, personaje al que sin duda admira. Todos sabemos que un dictador es un dictador. El resto son disquisiciones lingüísticas. Por eso lo que es de juzgado de guardia es que hayamos pagado entre todos seis millones de euros por una obra que está prostituida desde su inicio. Llamazares dice que “con dinero de la democracia no se puede hacer golpismo blando”. El Gobierno ahora exige a la Real Caverna de la Historia que rectifique. No sé qué da más miedo. Tal vez encarguen la rectificación a Pío Moa. ¿Dimisiones? ¿Para qué? ¡Manda pepinos!