Publicado en El Norte de Castilla el 24 de junio de 2011
Hace un tiempo escribí un artículo sobre la famosa foto tomada por Kevin Carter durante una hambruna en Sudán: una niña desfallecida y un buitre esperando el momento de caer sobre ella. En aquella instantánea se escondían todas las miserias del hombre. Un pasaporte al infierno. Felizmente, el mundo tiene dos rostros. Ahora, otra fotografía ha dado la vuelta al mundo. Muchos la habrán visto. La polémica ha envuelto la imagen de una pareja besándose en mitad de unos gravísimos disturbios en Vancouver. Cargas policiales, porras, escudos, gas lacrimógeno, violencia desatada y, en medio del caos y la destrucción, una pareja tumbada en el suelo besándose. Romeo y Julieta en mitad de Waterloo. Por desgracia, el mundo moderno no entiende de romanticismos. En la era de Windows no nos creemos nada. Y menos una fotografía. El photoshop nos ha vuelto escépticos. No nos importa si la foto es preciosa: directamente no nos la creemos. Pensamos que todo es un montaje. Y como el twitter es una escuela de humor, las teorías se han disparado. Para unos son sólo dos cachondos intentando hacerse famosos, para otros no es un beso sino primeros auxilios, para algunos se trata de un nuevo tipo de policía antidisturbios que se abalanza sobre el individuo peligroso y le inmoviliza a base de un buen morreo, para muchos están disimulando con un beso para que la policía pase de largo (igual que ocurre en las películas) y para la mayoría es un montaje. El tiempo ha demostrado que la historia es real si bien es cierto que no se trata de un beso romántico y espontáneo sino del acto comprometido y valiente de un chico reconfortando, cuidando, mimando y defendiendo a su novia que ha sido golpeada por la policía. El impacto de la fotografía no se pierde. Si acaso, se agranda. El amor en mitad de la violencia. En estos tiempos de agitaciones sociales y confusión resulta reconfortante. Dos rojas lenguas de fuego que todo lo pueden, que sobreviven en el infierno, dos besos que estallan a la vez, sin importar ni el peligro ni el lugar. El triunfo del amor. Bécquer estaría orgulloso.