Mailer, un estafador profesional y alborotador se fuga de la cárcel. Le disparan desde todos los lados y escapa de varias emboscadas de milagro. En la huida, tropieza con un ahorcado. Le roba la documentación y se hace, a partir de ese momento, pasar por él. Ahora se llama Robert Madison. Llega al rancho familiar y todos le reciben como si, realmente, fuese Robert Madison.
La intriga y las sorpresas no se detienen ahí. Por la noche, entre sueños, ve a una mujer. Al día siguiente, el falso Madison descubre que se trataba de Anna, su prometida, que había muerto poco tiempo antes. Madison no recuerda muchas cosas de su pasado pero, a la vez, hay cosas de su vida impostada que cree reconocer. La última sorpresa se produce cuando visita la tumba de su supuesta prometida y allí alguien intenta asesinarle. Sólo ve de pasada a su agresor y cree que es su mismísimo padre, el mismo que le había recibido con los brazos abiertos y que le había confundido con su propio hijo. ¿Qué secreto se esconde en aquel lugar? Dispuesto a resolver el enigma, se acerca al pueblo. Allí se enfrenta a unos matones que están dando una paliza a una prostituta. ¿Es una trampa? ¿Está muerta realmente Anna? ¿Su padre (o mejor dicho, el padre de Madison) es quien dice ser? ¿Por qué todo el mundo le confunde con Robert Madison? ¿Mailer es realmente Robert Madison?
Silver Kane en estado puro y el folletín llevado al extremo. Al final de cada capítulo, cliffhanger al canto, es decir gran sorpresa, estado de shock y el suficiente suspense para continuar hipnotizados con el siguiente capítulo, en espera de nuevas sorpresas. Y salpimentándolo todo el inigualable estilo de Silver Kane con sus frases lapidarias y su poesía de saloon: “Un hombre a quien no le importa morir es muy peligroso”; “Diga a los muertos que tienen una copa pagada”; “Balas que te conducen a un largo viaje: porque nadie sabe las milla que hay hasta el fondo del infierno”. Las autoridades sanitarias advierten de que Silver Kane es altamente adictivo. Quedan avisados.