Publicado en El Norte de Castilla el 16 de septiembre de 2011
Lo llaman el efecto Buffett y dicen que puede ser lo que nos salve de caer al precipicio. No hay que ser un lince para comprenderlo aunque en España mucho burro codicioso agache las orejas, mire para otro lado y comience a silbar “Los pajaritos”. Warren Buffet, el tercer hombre más rico del mundo, escribió hace poco un artículo en “The New York Times”. En él decía que un Congreso demasiado complaciente con los multimillonarios llevaba mucho tiempo mimando a las grandes fortunas y que “mientras los más pobres y la clase media pelea por nosotros en Afganistán, y mientras la mayoría de los estadounidenses logran llegar apenas a fin de mes, nosotros continuamos con grandes exenciones fiscales”. Acababa su artículo, en fin, rogando a Obama que se tomara en serio lo del “sacrificio compartido”. El solidario y desconcertante (por inusual) ofrecimiento de Buffett no cayó en saco roto. De inmediato, un buen puñado de multimillonarios franceses pidieron que se les subiesen los impuestos para ayudar a su país dentro de un “esfuerzo global” de reforma. En Alemania, algunos de las fortunas más grandes del país también han declarado estar dispuestas a pagar más impuestos para reducir la deuda pública alemana. En otros países, como Portugal, igualmente han surgido multimillonarios dispuestos a hacer una mayor contribución al erario público para ayudar a sus Estados a superar sus dificultades financieras.
¿Y en España? Bueno, “Spain is different”. Nuestros supermillonarios también. Las grandes fortunas españolas y los ejecutivos de las primeras empresas del Ibex 35 se han callado como putas. Eso sí, se han puesto muy cachondos al valorar el principio de estabilidad presupuestaria contenido en la reforma constitucional. Ellos, a lo suyo. No son ni inteligentes (una declaración políticamente correcta a tiempo no tiene precio). En fin, la codicia les ciega. Al parecer, los problemas de la sociedad no van con ellos. La moraleja es desoladora: algunos piden sacrificios a todo el mundo menos a los que tienen las espaldas mejor cubiertas. Muy extraño. E indignante.