Publicado en El Norte de Castilla el 7 de octubre de 2011
La excusa nos la sirve la enésima versión de “Los tres mosqueteros”. Hemos oído de todo sobre ella. Que está hecha a mayor gloria de los efectos especiales y del 3-D, que es un insultante pastiche kitsch, que mancilla la historia de Dumas otorgando protagonismo a barcos voladores, ballestas de repetición y personajes grotescos. No entienden que a los mosqueteros no se les mancilla tan fácilmente y que la obra de Dumas es tan grandiosa que cualquier presunta tropelía que pueda cometerse contra ella sólo servirá para que la amemos más. Los que estamos orgullosos de lucir corazón de mosquetero amamos a D’Artagnan de forma incondicional. La grandeza de “Los tres mosqueteros” reside sobre todo en la creación de unos personajes inmortales que forman parte del Olimpo de la literatura: el ingenuo y bravucón D’Artagnan, el generoso y atormentado Athos, el ocurrente y belicoso Porthos, el exquisito y místico Aramis. Eso sin contar con la siniestra Milady de Winter (con la flor de lys, símbolo de proscritos, sobre su hombro) y, por supuesto, mi debilidad, la reina Ana de Austria, una vallisoletana en la corte del rey francés. Pocos saben que la reina que baila con D’Artagnan (la que le enamora en alguna versión), la mujer más poderosa, hermosa e inteligente de aquella atrayente época nació en Valladolid. Desde Geraldine Chaplin hasta Angela Lansbury, el catálogo de actrices que se han puesto en la piel de la reina vallisoletana es deslumbrante: Carole Bouquet, Stefania Rocca, Iva Zanicchi, Gabrielle Anwar, Anne Parillaud…. Cuando hablamos de “Los tres mosqueteros” hablamos de batallas de honor, de duelos de capa y espada, de injusticias, venganzas, aventuras, misterios y, sobre todo, de una fascinante historia de amor y amistad. Cualquier cosa que tenga que ver con esta obra inmortal e inolvidable será bienvenida. Incluso las aventuras steampunk, tan de moda y tan atractivas, con su tufillo a ciencia ficción y sus licencias anacrónicas. Así que ya saben, con el legado de “Los tres mosqueteros” no puede ni siquiera el tupé de Orlando Bloom.