Publicado en “La sombra del ciprés”, suplemento literario de “El Norte de Castilla”, el 24 de septiembre de 2011
Ediciones del Viento, en su siempre atractivo catálogo, hace en esta ocasión hueco al mordaz e indignado Iain Levison, un afamado escritor de novelas que ondea con furia la llamada a la insurrección en casi todas sus propuestas. “Cuando nos dieron la patada” era, hasta la fecha, la más conocida. En aquella novela, de explícito título, el autor escocés afincado en Massachussets nos presentaba la historia de un pueblo de Wisconsin dependiente por completo de una fábrica que acaba de cerrar y la de un hombre que, al quedarse en paro, decide empezar a trabajar como asesino a sueldo. Aquella ingeniosa mezcla de novela negra y humor negro protagoniza también la nueva propuesta de Levison. En “Cómo robar un furgón blindado” nos encontramos con tres tipos muy peculiares con trabajos precarios: Kevin pasea perros, Mitch trabaja en un centro comercial y Doug es pinche de cocina. Entre pasados conflictivos, presentes patéticos y futuro desesperanzador, sobreviven como pueden. Y lo hacen en medio de una ciudad sucia: Wilton no es más que un pueblo agonizante lleno de nieve amontonada en pilas ennegrecidas y de chimeneas que no paran de echar hollín al cielo (“Daba la impresión de que la ciudad más que morir estaba siendo asesinada”).
Kevin, Mitch y Doug dedican la mayor parte de su tiempo a maldecir su mala suerte, a soñar con días mejores y a fumar marihuana. Quieren salir del mundo que les oprime, huir de la sociedad que les ahoga. A pesar de ser muy cortitos de entendederas, comprenden que les engañan, que el futuro que les ofrecen consiste en trabajar o morirse de hambre. Y cada vez resulta más difícil conseguir un empleo…. No quieren ser sólo hormiguitas obreras, no quieren fichas de control, no quieren uniformes, no quieren pasarse el resto de su vida reponiendo estanterías, rellenando papeles o respondiendo al teléfono. Por eso sueñan con fantasías inalcanzables (que para ellos puede ser, simplemente, el comer fuera de casa). Alguno sueña, además, con ser piloto de helicópteros o escribir libros infantiles. Todo estalla, sin embargo, cuando dos de ellos se quedan sin trabajo. La esperanza y el futuro se tiñen de hollín, basura y mugre. Como la ciudad en la que viven.
Es entonces cuando, a fuerza de humillaciones y desesperanza, el gusanillo del crimen empieza a crecer dentro de ellos y su sueño cambia de dirección: comienzan a soñar con ser héroes de Tarantino. Primero roban una televisión de 42 pulgadas, luego intentan traficar con pastillas, después hacerse con un Ferrari y, por fin, planean robar un furgón blindado. De hecho, el robo de un furgón blindado es lo único esperanzador que la vida puede ofrecerles. Lo peor es que no hay bibliografía útil sobre cómo perpetrar un atraco y se tienen que convertir en autodidactas del robo, lo que dará lugar a toda una serie de aventuras rocambolescas trufadas de reflexiones entre grotescas y metafísicas envueltas en el humo y el olor de la marihuana. El resultado de todo ello es una novela desternillante, un cocktail irresistible de frescura, ironía y crítica social, un enternecedor sainete donde el humor se mezcla de continuo con lo patético. Todo ello envuelto en un estilo de marcado carácter cinematográfico. De hecho, no puedes evitar imaginarte cada plano y cada escena. No es, desde luego, una casualidad que en la contracubierta de la novela nos avisen de que el lector encontrará aires del cine de Stephen Frears o de Ken Loach, aunque los diálogos chispeantes e ingeniosos remitan quizá más a los hermanos Coen y a Tarantino. Es cuestión de tiempo que veamos en la gran pantalla a estos nuevos granujas de medio pelo cuya inocencia y estulticia acaban por enamorarte. Mientras tanto, no sería justo dejar pasar de largo la lectura de esta espléndida novela. El entretenimiento y la sonrisa están garantizados.