Publicado en El Norte de Castilla el 9 de diciembre de 2011
Hablamos de la segunda feria del libro más importante del mundo. La primera en el ámbito hispánico. Para los mexicanos es toda una religión. Adoran su feria, la miman, acuden a ella como a un acto de fe. La Feria Internacional del Libro de Guadalajara, conocida popularmente como la FIL, mueve millones de libros e ilusiones. Miles y miles de personas, muchas de ellas jóvenes estudiantes, hacen cola, pagan su entrada y entran en un recinto abarrotado para adorar al libro y a los escritores. Dan mucha envidia. Todo lo allí vivido es como un sueño. Acudir a la FIL ha sido toda una experiencia. Un lujo. Un orgullo. En cada esquina te cruzabas con escritores de primerísima fila, con presentaciones de libros, mesas redondas, stands de todos los países, océanos de librerías, de editoriales, de agentes, rincones literarios, juegos para niños, arquitectos de vidas posibles (e imposibles), versos que convocan besos, maletas llenas de libros, encuentros de dos mundos, el milagro de las 26 letras, performances poéticas, los libros convertidos en invitaciones de vida. La FIL es, en el fondo, un gran espectáculo teatral. Y allí te encuentras, en mitad de todo, protagonizando una historia como una princesa de cuento. Y de la hospitalidad de los mexicanos y su sabroso tequila no hablo…. Para rematar la faena, te asignan un instituto. A mí me tocó la Prepa 8. A las afueras de Guadalajara. En un barrio popular, algo conflictivo. Un salón de actos abarrotado. Casi trescientos adolescentes con las hormonas a flor de piel. Te reciben, te agasajan, se ríen con todo lo que les cuentas, te preguntan, te piden autógrafos, se hacen fotos contigo, te hacen sentirte una estrella de rock. Son entusiastas, participativos, viven en un ambiente de pobreza y de violencia pero creen en los libros. Repito: dan envidia. Durante la charla, les prometí que si se portaban bien les leería mi rap de los libros. Me pidieron que se lo cantara. Insistieron. Al final les canté el rap de los libros con mi voz de simio hiperventilado. Por supuesto, me echaron del país. Pero ésa es otra historia.