Publicado en El Norte de Castilla el 13 de enero de 2012
La cuesta de enero acostumbra a convertirse en un Angliru de penitencia para los equipos pobres. “¡Es la guerra!”, gritaba, exclamaba, cantaba Gurruchaga al frente de la Orquesta Mondragón. En la casa de los pobres, la fiesta dura un suspiro. Cuando las cosas van mejor, los vientos agoreros te fustigan el cogote. Ya nos enseñaron la medicina de los miserables al día siguiente del ascenso con aquella mezquina amenaza de llevarse el equipo a otro lado. Desde entonces, tengo prohibido creer en las alegrías. Hace no tanto, con el Pucela en puestos de ascenso, se vendió a Aduriz. Lo que ocurrió con posterioridad, es bien sabido. Ahora la historia amenaza con repetirse. Y los burros son los únicos animales que tropiezan dos veces en la misma piedra. Dicen que soplan gaitas escocesas a orillas del Pisuerga. El Glasgow Rangers podría soltar dos millones de libras por Javi Guerra. Con el equipo al borde del precipicio económico pero con una situación deportiva envidiable, ¿sería buena idea desprenderse del mejor jugador? Tiene que ser muy duro el comprobar cómo otros con muchas menos cualidades y aptitudes están por encima de ti, mucho mejor colocados, con mayores expectativas económicas y deportivas. Javi Guerra tendría, con toda seguridad, sitio en la mitad de los equipos de primera división. Es más, un Javi Guerra cojo es el mejor delantero de segunda. Su deseo legítimo de mejorar resulta comprensible. Para la afición, sin embargo, su venta sería un mazazo. Deportiva y anímicamente. ¿Vale más dinero un traspaso que un ascenso? Guerra no te garantiza subir ni su venta te malogra definitivamente la posibilidad de ascender pero el recuerdo de lo sucedido con Aduriz nos debería hacer reflexionar. Hasta el 31 de enero nos estarán haciendo sufrir. ¡Es la guerra! La han declarado. Te echan del estadio, te ponen los horarios que les sale de la punta del jabulani y te quitan las ilusiones. Tengo claro que el dinero que se sacase ahora podría salirnos muy caro en junio. No juguemos ni con las ilusiones ni con la viabilidad del equipo. No jueguen con nuestro corazoncito, please.