Publicado en El Norte de Castilla el 2 de marzo de 2012
Semanita de nostalgia pura y dura. Primero se nos muere el padre de los Geyperman y de los Juegos Reunidos Geyper. Luego se muere el inventor de la máquina pinball, la maquinita que nos tenía enviciados a las chicos de mi época y que nos hacía pasarnos media tarde en el bar dándole a la bolita. Y, por si eso fuera poco, se cumplen 50 años de la viejas y añoradas cassettes, aquellas cintas que pusieron la banda sonora a varias generaciones y que nos permitieron, por primera vez, crear nuestras propias recopilaciones. Nos pasábamos una tarde entera escuchando atentos la radio para conseguir darle al REC y grabar la canción que buscábamos (mientras rezábamos para que el locutor no se pusiese a hablar en mitad de la canción). Luego compartíamos las cintas con los amigos, las rebobinábamos con un boli Bic y las grabábamos, en completo silencio con un cutre micrófono, de un cassette a otro. Son recuerdos de la infancia que forman parte de nuestra memoria sentimental. La televisión en blanco y negro, sin mando, con sólo dos canales, carta de ajuste y los famosos rombos, doble sesión en los cines, Marco, Mazinger Z y los payasos de la tele, el vídeo Beta, la familia Telerín y los comediscos. Viajábamos en coches sin cinturones de seguridad, seis personas en un R8 o en un 600, en trayectos interminables de doce horas, con los coches tirados en la cuneta de cualquier cuesta saliendo humo del motor. Los coches eran azules o rojos (no azul cyclade o rojo tornado) y algunos muy modernos tenían radiocassette con autoreverse. Estábamos todo el día en la calle, jugando a las canicas, a las chapas, a la peonza y al escondite mientras se escapaban los primeros besos. Cazábamos lagartijas y renacuajos, nos escalabrábamos periódicamente y estábamos todo el día ilocalizables porque ¡no había móviles! Montábamos bicis sin frenos, llevábamos rodilleras en el chándal, tardábamos una semana en ver nuestras fotos y no nos traumatizábamos si no jugábamos en el equipo del cole. Así que, aprovechando que los cómics eran sólo tebeos, pongamos punto final a las batallitas del abuelo Cebolleta.