Publicado en El Norte de Castilla el 20 de abril de 2012
Hay historias que desgarran tu corazón con puñales y poesías, hay historias que nadan en los ríos de Babilonia, hay historias protagonizadas por la inconfundible saudade de haber amado. Hay novelas atravesadas por dolorosas punzadas de lágrimas rojas, hay novelas que arrancan el corazón de los murciélagos, hay novelas protagonizadas por personajes que duermen en el cráter de un volcán o en el epicentro de un tsunami. Hay historias que se desarrollan en lugares mágicos donde los vientos tienen olor y por el olor se sabe si son machos o hembras, hay historias que escarban en sepulcros de los Borgia, hay historias protagonizadas por recuerdos que cicatrizan como los párpados de los poetas locos. Hay novelas que nos enseñan que la realidad es una promesa y que no hay nada peor que una promesa incumplida, hay novelas que sólo pueden leerse sobre vidrieras del Renacimiento, hay novelas protagonizadas por amores imposibles y por la insoportable infalibilidad de los presagios.
“Soñar con ballenas” es la última novela de la escritora vallisoletana Pilar Salamanca. En ella nos regala una preciosa e intimista historia de dos mujeres en los albores de la Guerra Civil, justo antes de que un presagio en forma de ballena varada en la ría dé el pistoletazo de salida a malos inviernos de sol tuerto. El simbolismo de la ballena, el significado de los sueños, la traducción de los presagios: tal vez Jonás comenzando su viaje iniciático, quizás el miedo que inspira Moby Dick, probablemente la necesidad que tenemos todos de buscar refugios que nos mantengan a salvo de los depredadores. La novela va de eso, de intentar comprender lo incomprensible, también de cómo el mundo se convierte en un sala de espera o de cómo las cosas que más nos importan nunca tienen arreglo. “Soñar con ballenas” es una novela tan preciosa y frágil que las autoridades sanitarias recomiendan leer con el corazón a media asta para no ser inoculados con la maldición de no poder dejar de pensar. La única forma, en fin, de que las ballenas de piel de plata no inunden nuestros sueños.