Publicado en El Norte de Castilla el 6 de julio de 2012
La princesa está triste. Tiene motivos. Chistes groseros y escarnio público la han sacado a bailar estos últimos días. La twitifixión no cesa. Pim-pam-pum. Bienvenido el humor pero las humillaciones y el desprecio sobran. Hay tweets que son repugnantes. Sara Carbonero tiene un defecto: es guapa. Y tiene otro mayor: es la novia del tipo más admirado en este país. Juntamos envidia, linchamiento, moda y redes sociales. Un cóctel explosivo. Muchos compañeros han salido a defenderla. Trecet dice que el 85% de las críticas que recibe son de un sexismo repugnante. Carme Chaparro se pregunta por el papel de las mujeres en el periodismo deportivo. ¿Por qué ninguna narra? ¿El fútbol, como el Soberano, es cosa de hombres? A Sara Carbonero la llevan a la Eurocopa como mujer florero, la ponen a pie de campo y la peña quiere que nos suelte un tratado filosófico desde allí, desde un sitio donde, evidentemente, no puede demostrar valía alguna. Sus jefes han visto que la novia de Casillas es un cheque en blanco y la han convertido en una especie de Belén Esteban. Tal vez sea sosa, tal vez no sepa mucho de fútbol, tal vez su expresión oral y su lenguaje sean muy pobres, quizá todo eso sea cierto, pero Sara Carbonero no es peor que un buen puñado de reporteros/periodistas/forofos que dan vergüenza ajena con sus comentarios. Con esos nadie se mete, esos tipos nunca serán durante varios días consecutivos trending topic. Es más fácil atacar a la más débil, quizá porque es la más envidiada. De economía y de literatura no sabemos mucho pero a mala leche no nos gana nadie. En el país de la envidia y del chiste fácil, Sara Carbonero es un chollo. Es evidente que si no estuviera buena y si no fuese la novia de Casillas no la criticarían. Quizá tampoco habría estado en la Eurocopa. Eso lo tendrían que explicar sus jefes. Los mismos que han hecho caja con ella. En un país en el que se machaca a la Carbonero y se encumbra a la Esteban tampoco resulta extraño. Así que, gracias Sara por, en mitad del éxtasis colectivo por el triunfo de la roja, recordarnos nuestras luces y sombras.