“- Nuestras buenas y nuestras malas acciones nos siguen como una sombra –susurró Akiosaha mientras no dejaba de accionar varios teclados como un pulpo, provocando que un buen puñado de pantallas se encendiesen y apagasen alumbrando una especie de coreografía perfectamente controlada por el hacker budista, convertido de repente en algo parecido a un mago de los sintetizadores en mitad de un concierto de rock”.
El murciélago y el infierno (pág. 11), amazon.es