Publicado en El Norte de Castilla el 28 de septiembre de 2012
Contemplas el documental de Winterbottom y Whitecross basado en el libro de Naomi Klein y te sientes apesadumbrado. “La doctrina del shock” es impactante. Produce vértigo. Asusta. Engancha. Indigna. No te cuenta nada que no sepas o que no imagines pero el comprobar con datos concretos que unas mentes maquiavélicas llevan usando la misma estrategia resulta sobrecogedor. El documental explica el imparable ascenso de las teorías económicas de Milton Friedman y la Escuela de Economía de Chicago y cómo han impuesto su doctrina fundamentalista. Bajo la inquietante premisa de que sólo una crisis produce cambios reales, asistimos anonadados a las perversas prácticas de unos tipos especializados en aterrorizar a la gente para que acepten la política económica que quieren aplicar. Saben que un modelo cargado de medidas financieras tan impopulares e insolidarias sólo puede abrirse paso utilizando la estrategia del shock, imponiendo estados de miedo y terror para asustar a la población y hacerla manipulable. Saben lo que hacen. Lo llevan haciendo mucho tiempo. Empezaron practicando en las dictaduras militares de Chile y Argentina. Reagan y Thatcher continuaron el show, siempre con idéntica programación: reducción de salarios y derechos de los trabajadores, programas masivos de privatizaciones, recorte de gastos públicos. La consecuencia: caída del consumo, aumento del paro y crecimiento exponencial de las desigualdades sociales. En el documental vemos extenderse el capitalismo salvaje como una mancha de aceite (por ejemplo, en la antigua URSS). Y si no hay enemigos te los buscas, y de paso privatizas la guerra (Afganistán e Irak). Creas el miedo (el 11-S), te saltas la ley (Guantánamo) y te aprovechas incluso de las catástrofes naturales (el Katrina o el tsunami de Sri Lanka). Ahora le ha tocado el turno a Europa. Es la guerra. Nos tienen acojonados. Y en esta crisis completamente planificada todo el dinero está yendo a las manos de los que la provocaron. No pararán. Nunca lo harán. Su codicia es infinita. De nosotros depende el seguir teniendo miedo.