“Al mirar a los ojos de aquel hombre, mientras se alejaba y me dedicaba una luciferina sonrisa, se me detuvo el corazón. Aquel tipo era idéntico a mí, la misma altura, la misma perilla, el mismo color de ojos, la misma mirada, el pelo cortado casi al cero, la misma sonrisa…. ¡Aquel hombre era yo! […]
“Traté de quitarme de encima a Iroita tras salir del templo, pero me convenció. Le confesé que ya no tenía dinero, pero también me convenció. Lo malo de las tías buenas es que no tienes que pensártelo”. Los 80 Diablos (pag. 19), amazon.com
Escribe novelas y cosas así. Sus detractores dicen que los millones de libros que ha vendido se deben a su cara bonita y a su cuerpo escultural. Y no les falta razón.
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