“Comimos unas galletes, bebimos sidra y seguimos diseccionando el crimen de los Jacobinos. Ella hablaba y yo la escuchaba como un perro fiel. Ella jugaba con su zippo mientras encendía, uno tras otro, cigarrillos con olor a pippermint, y yo abandonaba mis pupilas al rastro excitante de sus levis a punto de estallar. Ella me enseñaba el camino y yo lavaba mi curiosidad con sus revelaciones de hechicera prodigiosa.
– Por supuesto que pienso que el asesino de 1910 es el mismo que el asesino de 2010. No me preguntes cómo es posible. Tú estás especializado en fenómenos paranormales. Todas las circunstancias indican que ambos crímenes han sido idénticos. Idénticos hasta en el hecho de resultar imposibles”.
El Murciélago y el Infierno (pag. 69), amazon.com