Publicado en El Norte de Castilla el 11 de enero de 2013
Todos los años, cada seis de enero, sigo la misma liturgia y me siento a esperar con curiosidad y algo de morriña la ceremonia de concesión del Premio Nadal. Trocitos de saudade y nostalgia se mezclan mientras mojo el roscón en el café del recuerdo. Hace diez años “El mercenario del Dux” aterrizó en la noche de Reyes y, a veces, me parece que fue ayer. El caso es que este año el circo de Fofito ha acompañado la noticia instalándose con nocturnidad y alevosía en TVE. La historia ya es bien conocida porque ha sido motivo de mofa y chacota durante estos días: la segunda edición del Telediario de Fin de Semana de La 1 mostró unas imágenes del tenista Rafael Nadal para ilustrar la noticia del Premio Nadal de novela. La cosa posiblemente no pase de ser un despiste, un error, un fallo de coordinación, la evidencia quizá de que los continuos recortes pueden provocar un trabajo apresurado en el que los errores sean cada vez más habituales. Alguno podría decir que en eso, en lo de que las cosas funcionen a la perfección, estábamos mal acostumbrados y vivíamos por encima de nuestras posibilidades. El ministro Wert quizá podría echar la culpa a la escuela pública. Más de uno dirá que con Urdaci no hubiese pasado. Seguro que algunos piensan que los periodistas logse ya están aquí. Los forofos de Rafa Nadal proclamarán que sólo ha necesitado un par de meses de descanso por lesión para comenzar a ganar premios literarios. Los más entusiastas dirán que el premio Nadal de novela apuesta por la narrativa del tenis. Muchos creemos, sin embargo, que esto es otro síntoma más del nulo interés de nuestros políticos por la cultura. Del maltrato y del descrédito más absoluto. El pueblo tampoco va a la zaga. La cultura se ha convertido en un valor desdeñable. Incluso despreciable. Probablemente, como algunos ya han adelantado, no tardando mucho los telediarios contextualizarán la noticia del premio Nobel con la imagen de un paquete de tabaco y el premio Torrente Ballester con una foto de Santiago Segura. Y la cosa podría ser peor: ¿se imaginan que el premio Nadal se llamase premio Zorrilla?