“Nunca te fíes de nadie, y menos de un chacal ciego. Bajo la chaqueta, escondida en el bolsillo interior, guardaba mi Jericho 941F. Con ella le volé la cabeza. Lo hice justo en el momento adecuado. De repente, el reloj de arena de la conciencia prohibida se detuvo”.
El murciélago y el infierno (pag. 42), amazon.com