Publicado en El Norte de Castilla el 29 de marzo de 2013
Alguien tendría que explicarnos dónde se esconde la frágil línea que separa el fracaso del éxito. Probablemente nadie lo sepa, como nadie sabe a dónde van los besos que no damos. A principios de 1970 un cantante de Detroit con alma dylaniana grabó dos álbumes que no compraron ni los amigos. Sin embargo, por uno de esos milagros que aún existen apareció una grabación en Sudáfrica y allí comenzó a extenderse el virus Rodríguez de una forma mágica. En un país ahogado por el apertheid, las canciones de Rodríguez se convirtieron en un auténtico himno. Los jóvenes sudafricanos transformaron al vagabundo de Detroit en el trovador del guetto, al fracasado poeta de los suburbios en un auténtico mito más grande que los Beatles. Sin embargo, nadie sabía nada de él. Sólo tenían la imagen del primer disco: un hippie con gafas de sol del que se decía que había muerto de manera trágica. Según unos, se pegó un disparo en el escenario; según otros, se quemó a lo bonzo; algunos, en fin, sostenían que murió de sobredosis en la cárcel. El director de cine Malik Bendjelloul decidió convertirse en un detective musicólogo y descubrir cómo murió Rodríguez. El resultado es una auténtica joya titulada “Searching for Sugar Man” que este año se ha llevado el Oscar al Mejor Documental. No nos resuelve las dudas de por qué aquel tipo que tenía todo para convertirse en el nuevo Dylan no triunfó y sólo acabó siendo un profeta trágico: “Porque he perdido mi trabajo dos semanas antes de Navidad y busqué a Jesús en una alcantarilla y el Papa dijo que ése no era su jodido asunto”. Nos regala, eso sí, poesía a 24 fotogramas por segundo y un misterio más absorbente que un film policíaco. También mágicos barcos plateados, mujeres, cocaína, dulce María, la lluvia bebiendo champán y el olor de un perfume incrustado en nuestra cabeza. Rodríguez probó el odio de la calle del ahorcado, conoció Gomorra en las esquinas de su ciudad y se convirtió en el bufón del tribunal de la burla. Con todo ello, con el tormento, la melancolía y el dolor esculpió poesía. ¿A dónde van las canciones que no escuchamos?