Publicado en El Norte de Castilla el 19 de abril de 2013

Hay que tener muy poca vergüenza para comparar a los manifestantes que dan la brasa a los políticos con los nazis. Las Grecas de la política encabezan la infamia. Esperanza Aguirre los relaciona con la kale borroka. Cospedal dice que los escraches son nazismo puro. El gran Sansón daba en el clavo hace unos días. Una niña pregunta: “¿Entonces nazi significa desesperado? Jo, qué lío os están haciendo”, contesta el resignado padre. El mismo día un ejemplar político decía en twitter: “Si un perro flauta me acosa por la calle le arranco la cabeza”. Si porque le molesten en la calle te arranca la cabeza, no quiero ni pensar lo que haría si le quitan la casa. Hay que ser muy canalla para decir que un escrache es más violento que un desahucio. Hay que tenerlos muy cuadrados para ponerse chulito con los que hacen escraches y mirar hacia otro lado cuando la troika asfixia a medio país. Algunos periodistas se indignan con los escraches pero no parecen inmutarse cuando miles de personas son echadas literalmente a la calle. Los recortes sociales sí son verdaderos escraches. Escraches que no duran quince minutos sino toda la vida. Los escraches, además, llevan tiempo realizándose. Sin ir más lejos, los fanáticos que se arremolinan frente a clínicas que practican interrupciones voluntarias de embarazo hacen escraches mucho más agresivos. Por otro lado estaría bien recordar quién fue la impulsora de los desahucios “express”. Ella también se merece algún escrache, así como muchos otros miembros del PSOE. Escrache para todos los culpables de este desastre. El PP nunca quiso legislar cuando los escraches le beneficiaban. Ahora, que unas cuantas personas les tocan los coquitos en público, quiere criminalizarlos. Ha pasado siempre. El amo se pone nervioso cuando los esclavos dejan de interiorizar su condición. Según Julio Cortázar “es necesario comprender quién pone en práctica la violencia, si son los que provocan la miseria o los que luchan contra ella”. Resulta legítimo y necesario recordar a los políticos que están al servicio del pueblo. Al menos para remover sus conciencias. Si tienen.