“—No, Adam. Te equivocas. Tu opción no es la amenaza. Tú no tienes fuerza ni disposición mental para matarme. Lo intentaste y alguien guió esa bala hasta mi corazón. Ahora, por la grandísima culpa de ese alguien, llevo uno mecánico, pero fíjate qué ironía: sin corazón no soy más perverso, nada ha cambiado sino la voluntad con que ataco el esfuerzo. Persigo lo mismo que siempre: verdad y justicia. Y eso ahora pasa porque me devuelvas ese dinero en persona: es lo justo. No quiero sacarle los ojos, y eso que en cierto modo me encantaría, pero es un vicio al que, no voy a explicarte ahora por qué, estoy tratando de poner fin. Cuando me hayas devuelto el dinero, ya decidiremos qué hago contigo”.
Los 80 Diablos (pág.71), amazon.com