“Durante casi una hora, y con ese punto de sadismo feroz que acostumbra a presidir sus actos, le siguió poniendo música (o lo que fuese aquello) a un volumen claramente insoportable. Negroponte apagaba y encendía el volumen con refinada perversión. Desenredaba algunos de aquellos supuestos mensajes ocultos y acababa de desquiciar a Arteria. Le puso backmaskings de Judas Priest, de Frank Zappa, de Slayer. Frases sin sentido y que apenas se entendían las transformaba Negroponte en tenebrosos mensajes: “Voy a quemar tu alma”; “Número de muertos. Hijoputa. Arde en el infierno”; “Déjanos violar este paraíso infernal en la tierra”. Direcciones imposibles que remitían al domicilio de Pink, en la casa de locos; canciones que al ponerlas al revés no eran otra cosa que una lectura en reverso del Padrenuestro; o bromas de dudoso gusto que a Negroponte parecían ponerle cachondo”.
Escalera al cielo (pag. 68), amazon.com