Publicado en El Norte de Castilla el 13 de septiembre de 2013
Por si teníamos poco con la depresión postvacacional ahora el sueño olímpico se nos va al carajo. Nos habían vendido que las Olimpiadas estaban ganadas antes de bajarse del avión y que Madrid 2020 era el empujón que necesitaba el país para salir del pozo. En los días previos se respiraba un optimismo desbordado. O sea la especialidad de la casa: vender humo. Otra especialidad: hacer de menos al rival. Es fácil criticar ahora todo. Ventajismo puro. Probablemente. Así que saquemos a paseo nuestro espíritu olímpico (versión Eurovegas). Probablemente los mafiosos del COI quieran que haya dinero en las arcas para sus negocios; probablemente Japón sea un país demasiado sísmico y con el tufo de Fukushima flotando todavía en el aire (¿veremos atletas con tres brazos dentro de poco?). Probablemente en Turquía haya pandemia de dopajes y riesgo de atentados. Probablemente volaron sobres en las votaciones y nosotros enchironamos a Bárcenas antes de tiempo. “Tongo olímpico” fue el titular de un periódico al día siguiente. Una muy buena estrategia para que no nos vuelvan a dar unos JJOO en nuestra puñetera vida. Así que probablemente habría que hacer un poco de autocrítica. Las tintas se han cargado contra la inenarrable actuación de la alcaldesa de Madrid. Es cierto que probablemente su encendido discurso provocó el que los miembros del COI se preocuparan seriamente por el tema del dopaje. Tal vez viendo la actitud, la sonrisa de felicidad y la sensación de estar flotando de Anna Bottle les entraron ganas de tomar lo mismo (y no precisamente una relaxing cup of café con leche in the Plaza Mayor). Fue, en todo caso, la guinda de un pastel vergonzante en el que lo peor fue el indecente despilfarro de políticos viajando, comiendo, durmiendo en hoteles de lujo mientras medio país no tiene para llegar a fin de mes. Los pocos recursos que quedan deberían ser para sanidad y educación no para estos fastos y pelotazos. Tarjeta roja (una más) a todos ellos. Por jetas, por inútiles, por buitres, por sobrados. Y también por tontos porque, a estas alturas, ¿a quién se le ocurre competir contra Doraemon?