“Me encontraba completamente abducido por las imágenes que escupían la pantalla. Y mucho más al ver a mi hermanito sacar un cuchillo de su abrigo y rajar el cuello del ministro francés. Hubo un revuelo y un posterior sermón de Negroponte. Antes de terminar la grabación alguien desenfundó una pistola y observé otro cuerpo caído. Después, mi hermanito seguido de aquellos hombres armados abandonó aquella criminal reunión como quien sale de la Ópera”.
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