“Daba la impresión de que estábamos profanando un lugar sagrado. Yo avanzaba entre la espesura a toda velocidad con mi mano aferrada a mi Jericho. A mi lado, el Señor Zaire parecía un auténtico cruzado de la noche, con su majestuoso porte, con su guardapolvo negro que se mimetizaba a la perfección con la oscuridad del bosque, con su potente zancada y con su sagrada espada cruzándole la espalda”.
Escalera al cielo (pag. 94), amazon.com