Publicado en El Norte de Castilla el 15 de noviembre de 2013
Al arzobispo se le paró el reloj en la batalla de las Navas de Tolosa y, de pronto, se le ocurrió recuperar “El manual de la buena esposa” que hizo furor en los años gloriosos del más rancio franquismo. Tenía un as en la manga en forma de pretexto “literario”: publicar en su muy católica editorial un best seller de una autora italiana que se define a sí misma como madre de cuatro hijos con un solo marido, sumisa y, como buena católica, “(casi) siempre está de buen humor”. La abnegada santa de Atapuerca se llama Constanza Miriano y, al parecer, se está forrando con un libro de título provocador (“Cásate y sé sumisa”). Asomarse al espíritu del libro y leer algunos fragmentos provoca a partes iguales vergüenza ajena y cabreo monumental hasta el punto de que todo el mundo ha levantado la voz para rebelarse ante la actitud mezquina y troglodita de una Iglesia que parece querer lucrarse promoviendo la violencia de género. Y todo ello coincidiendo con la noticia de un nuevo crimen machista (ya van 44 mujeres asesinadas en lo que va de año en este santo, católico, apostólico y romano país). Mujeres que por 16 euros habrían aprendido a ser “obedientes, leales, generosas… y siempre colocarse debajo” (y no sé si esto tendrá un doble significado), habrían aprendido a salir de la lógica de la emancipación y “abrazar con júbilo el rol de la hospitalidad y el servicio”. IU ha comparado ya al arzobispo con el imán de Fuengirola que fue condenado por incitar la violencia machista. Nada nuevo bajo el sol porque todos los talibanes religiosos son iguales. Todos sabemos, eso sí, que al arzobispo no le va a pasar nada. Habrá que confiar en el sentido común de la gente (algo difícil al comprobar que este terrorismo contra las mujeres se ha cobrado cerca del millar de víctimas en la última década) y esperar que este libro se lo tomen como una especie de “50 sombras de Grey” pero sin sexo. En las librerías podrían ponerlo, de hecho, en la estantería del sado. Y si algún garrulo sigue empeñado en querer una sumisa que se compre una muñeca hinchable. Y eso vale también para el arzobispo.