Publicado en El Norte de Castilla el 6 de diciembre de 2013

Borrar huellas siempre ha formado parte del ADN de los delincuentes. Lo triste es cuando los que deberían de velar por el cumplimiento de la ley son los que te obligan a mirar a otro lado y, de paso, proteger al delincuente. Esta misma semana una testigo ha confirmado que borró imágenes de la paliza que recibió el empresario Juan Andrés Benítez intimidada por los mossos, los mismos que fueron persiguiendo a todos los que habían hecho una grabación y que eliminaron las huellas de lo sucedido antes de hacer desaparecer diligentemente el charco de sangre. Se ha puesto de moda el servicio de limpieza y borrado. Casi al mismo tiempo saltaba la noticia de que se habían borrado “accidentalmente” 1.756 archivos de los ordenadores de UGT vinculados a la investigación en curso sobre el escándalo de las facturas falsas. Hasta el más lerdo e ingenuo se habrá acordado de aquel mal día en el que nos desayunamos con la noticia de que los ordenadores que Bárcenas había dejado en la sede del PP habían aparecido con los datos borrados. Lo más indignante de todo fue la excusa que se buscaron, aquella que varios dirigentes soltaron sin caérseles la cara de vergüenza: lo de que formatean los ordenadores cada vez que un usuario lo devuelve a la empresa para que lo pueda utilizar otro “de conformidad con el protocolo habitual de utilización y reciclaje de material informático”. Probablemente desde UGT se rían de nosotros con una excusa parecida. Por de pronto están preocupados porque esto pueda interpretarse como una obstaculización a la investigación. De verdad, se ríen de nosotros con una impunidad escandalosa. Y si la cosa consiste en hacer chistes podríamos decir que, visto el método utilizado, tal vez mañana el PP denuncie a UGT por plagio. Y Cospedal saldrá a la palestra a decir que simplemente es un volcado de borrado de datos en diferido mientras el gurú farfullará “y quién eres tú para decirme a mí lo que yo tengo que borrar y lo que no”. Por su parte desde Zarzuela se excusarán con algo así como “lo siento mucho, no volverá a ocurrir”. Pues eso, que en la cueva de Alí Babá todo vale. Y ellos lo saben.