Publicado en El Norte de Castilla el 3 de enero de 2014
Forma parte de la educación sentimental de muchas generaciones. La imagen de un tipo entrañable vestido con pantalones holgados, bombín, zapatones y bastón, un pequeño vagabundo con modales de caballero conocido como Charlot (Carlitos en Iberoamérica). En 2014 cumplirá cien años ya que fue en febrero de 1914 cuando aparecieron los primeros cortometrajes protagonizados por el vagabundo de buen corazón que acabó convirtiéndose en uno de los iconos cinematográficos más reconocibles del siglo XX. Fue la estrella de decenas de películas protagonizando en primera persona, además, el trauma que supuso pasar del cine mudo al sonoro. De hecho, Chaplin abandonó su personaje fetiche en “Tiempos modernos”, y allí, aunque la película prácticamente es muda, escuchamos en una escena, por fin, la voz de Charlot. La expectación que rodeó el estreno de la memorable “Tiempos modernos” fue algo inaudito para la época. ¿Se atreverá Chaplin con el sonoro? ¿Seguirá con su personaje de Charlot? ¿Continuará su ácida crítica social que tanto molesta a los poderosos? Hoy todos sabemos la respuesta. Y aunque en muchas lugares sigan indicando que la película fue prohibida en España, no estrenándose hasta la llegada de la democracia, la realidad es que, tras el estreno en Nueva York y en Londres, “Tiempos modernos” aterrizó en el cine Capitol de Madrid. Era 1936 y ya todos sabemos lo que ocurrió poco después. Entonces sí, los vencedores de aquella carnicería decidieron que la obra maestra de Charlot constituía una inadecuada crítica de los nuevos sistemas de producción, de la inmunda situación en la que se encontraban los trabajadores convertidos en auténticos robots, de la cada vez mayor diferencia de clases, de las tropelías que los poderosos cometían contra los humildes. Así que los españoles, por culpa del criterio casposo y fascista de los censores, tardarían cuarenta años en ver el canto del cisne de Charlot con ese final mítico del vagabundo caminando, con Paulette Goddard de la mano, hacia el horizonte por una carretera sin fin. Bendito Charlot, nadie como tú nos ha hecho reír y emocionarnos tanto.