“Me planté delante de la casa. Boleskine tenía sólo una planta, un tejado oscuro y muy inclinado, con varias chimeneas. El cuerpo central estaba pintado de blanco y plagado de ventanales. Conté hasta nueve. En ninguno había luz. Me acerqué sigilosamente y descubrí que un hombre vigilaba cerca de la puerta. Me deslicé por detrás, llegué hasta él y le partí el cuello con una llave de pencak silat. Entré con cuidado en la casa y me dispuse a enfrentarme a la misión más angustiosa de mi vida”.
Escalera al cielo (pag. 83), amazon.com