Publicado en El Norte de Castilla el 7 de marzo de 2014

El pasado viernes el Consejo de Ministros hizo un anuncio que incendió las redes al instante. La última genialidad de los De Guindos Boys va a ser limitar el sistema de financiación colectiva conocido como crowdfunding, una eficiente alternativa que está permitiendo dar salida a todo tipo de proyectos mediante la aportación de empresas o particulares. Lo que todos pensamos de inmediato con esta norma intervencionista es lo mismo. Que es otro ataque a la participación colectiva. Que es una decisión dictada por la banca para evitar la más mínima competencia. Que todo lo que suponga autogestión, cooperativismo y demás propuestas ajenas al servilismo financiero y al poder instituido es una amenaza para el gobierno. Que limitan el crowdfunding pero no los pagos en B, los contratos a dedo o las cantidades que algunos generosamente donan a partidos políticos o a la Iglesia. De hecho, la explicación del ministro no puede ser más insultante al recordarnos que cuando se opta por el crowdfunding se prescinde de cualquier tipo de intermediario y se opta por saltarse “todos los cauces habituales”. ¿Se puede ser más obsceno y a la vez más franco? En el fondo, es bueno que se quiten de una forma tan descarada las caretas y que nos escupan a la cara que están desvergonzadamente al lado de la oligarquía bancaria. Al parecer, la ley no va a afectar al crowdfunding básico (de momento) pero sí habrá una limitación en el importe que se podrá invertir por proyecto y un límite de financiación de 1.000.000€ que, a todas luces, resultará insuficiente para algunos proyectos (te están diciendo, por ejemplo, que si quieres rodar una película tienes que pasar por el templo de Botín). Lo que debe hacer el gobierno es dejar de ser el perro del hortelano, apoyar a muerte (ya que ellos no son capaces de hacer nada al respecto) el crowdfunding social y cultural, incentivar a las personas que, mediante sus aportaciones, hacen posibles proyectos creativos o sociales y rebajar el IVA de todos los bienes y servicios culturales al 4% de una puñetera vez. El resto es marear la perdiz y ponernos bajo el control y latrocinio de los bancos.