Publicado en El Norte de Castilla el 14 de marzo de 2014
La semana pasada se presentó en la Casa Revilla “Mi querida bicicleta”, uno de los textos más deliciosos de Miguel Delibes. Todos recordamos aquella vieja edición de Miñón de 1988 que tan difícil resultaba conseguir. Los que amamos el ciclismo estamos de enhorabuena porque Manu Martín, a través de La Biciteca (que comenzó como página web para amantes del ciclismo y ha acabado convertida en una editorial), rescata aquel imprescindible libro del autor vallisoletano. Algo parecido, el rescatar un texto mítico, imposible de encontrar y objeto codiciado de coleccionistas, ha llevado a cabo la ejemplar editorial palentina Menoscuarto con “El adoquín azul” de Francisco González Ledesma. Se trata de una nouvelle que sólo había aparecido como regalo junto a la revista Interviú hace muchos años. Recuerdo que la busqué por todas las librerías de viejo hasta que, al final, conseguí hacerme con ella. Ahora tenemos a nuestra disposición una cuidada edición de una novela maravillosa e increíble que vale su peso en oro y que demuestra que el viejo Silver Kane es uno de los novelistas más fascinantes e imprescindibles de nuestra literatura. Como lo es el añorado e injustamente tratado Curtis Garland. Otra editorial, la salmantina Dlorean, se ha hecho con los derechos para reeditar la obra de uno de los más grandes representantes del pulp hispano, alguien que escribió más de dos mil novelas que abarcan todos los géneros, desde el policíaco al erótico, pasando por el terror, la ciencia-ficción, el western, la fantasía o el género bélico. Todo lo que tocó Juan Gallardo, alias Curtis Garland y un buen puñado de seudónimos más, roza la genialidad. En este país tan cainita, un tipo que debería de ser venerado murió hace poco más de un año sin que ninguna historia de la literatura o alguno de esos elitistas suplementos culturales le dedicara un simple párrafo. Editoriales como Dlorean están aquí para rescatar tesoros escondidos y para intentar poner un poco de justicia poética entre tanta injusticia poética (y no tan poética) que nos rodea.