Especie de biografía del conde Drácula dividida en tres partes. En la primera, titulada “Tres encuentros con la muerte”, asistimos a tres extraños asesinatos que tienen mucho que ver con dos ataúdes que acaban de llegar a EEUU desde Bucarest. En la segunda parte, titulada “Les voy a hablar de mi vida”, nos encontramos con Drácula y su mujer formando parte de la comunidad universitaria de Clayville, donde él da clases por la noche mientras ella comienza a perder el control y a atacar a varias mujeres. En la tercera parte, titulada “Dejen que les hable de mi muerte”, conoceremos el sorprendente final de Drácula, después de tener que asesinar a su propia mujer (con un clavo de plata del mismo ataúd) y haber decidido que Ruth, una niña de 12 años, se convierta en su compañera para el futuro, es decir para la eternidad. Lo que no podía sospechar Drácula es la sorpresa que le tenía reservada la niña….
Fantástico (nunca mejor dicho) ejemplo de novela vampírica con variados y curiosísimos toques pulp y con una ambientación muy lograda en forma de soplo helado y siniestro: “Yo he mirado mis ropas negras, mi larga capa, mis botas charoladas que delatan unos pies demasiado agudos, incluso un poco raros porque hasta no parecen de ser humano…. y de pronto ha notado aquella cosa extraña. Ha notado aquella cosa increíble que estaba en su piel y empezaba a estar en su sangre. Ha captado ese olor que yo desprendo, el olor inconfundible a muerto que sólo se percibe si me encuentro a poquísima distancia”. Para sentarse tranquilamente (o no), bajo la luz de una vela (o no) con la banda sonora de la cantos gregorianos e himnos de funeral de la que presume el protagonista de esta fantástica novela: el conde Drácula (o no). Silver Kane en su salsa. O sea.