Publicado en El Norte de Castilla el 2 de mayo de 2014

Vivimos en el planeta de los simios. Cada vez hay más motivos para convencernos de ello. Curiosamente los mayores primates son lo que tachan a los demás de chimpancés. Estamos, todavía, con la resaca del famoso plátano que un mandril le lanzó a Dani Alves en el campo del Villarreal. Y, aunque la metáfora del plátano sólo la utilizan ya los vándalos de mente carpetovetónica que se esconden detrás de la impunidad que otorga la masa, Alves salió de la provocación con desparpajo y se comió el plátano dejando al gañán que lo lanzó todavía más en ridículo. Está bien que la gente se haya solidarizado con el futbolista. Las redes sociales escupieron su veredicto de inmediato. Neymar aclaró aún más el tema: “Somos todos macacos”. Incluso la ínclita Mariló Montero se apuntó a defender a Alves y se comió un plátano en directo. Después de eso, twitter echó humo: “Mariló Montero se come un buffet libre en apoyo a Falete”, “Mariló Montero comiéndose un chorizo para solidarizarse con la gestión del PP”, “Mariló Montero se trasplantará en directo el hígado de un asesino para confirmar su teoría sobre el alma”… En EEUU se toman más en serio este tema. Ahora la NBA acaba de expulsar de por vida a Donald Sterling, el dueño de los Clippers, y le hace pagar dos millones de euros por los comentarios racistas que el joven y atractivo empresario (¡ejem!) le hizo a su novia, un pibón que puede ser su nieta: “Puedes dormir con negros, puedes hacer lo que quieras con ellos, pero no te los traigas a mis partidos”. En fin, la demostración de que algo no funciona bien en nuestra especie es una noticia que ya se viene denunciando desde hace tiempo: el tráfico de hembras de orangután para que hagan de putas en burdeles. Las encadenan, las depilan, las lavan, las perfuman, ¡incluso les pintan los labios! Al parecer, la prostitución de orangutanes es una práctica común en algunos países de Asia. Pero no crean que eso sólo pasa en sitios “poco civilizados”. En Alemania, por ejemplo, existen pequeños y clandestinos burdeles para aquellos clientes que tienen inclinaciones zoofílicas. Lo dicho: bienvenidos al planeta de los simios.