Otro ejemplo fabuloso de la narrativa keeleriana. Los Cinco Budas de Plata constituyen una vuelta de tuerca al inimitable estilo de Harry Stephen Keeler lleno de tramas que se enredan unas dentro de otras, que se retroalimentan entre ellas formando una narrativa de cajas chinas durante mucho tiempo menospreciada, novelas enrevesadas, con muchísimos golpes de efecto, en las que nada es lo que parece, y que de tan bizarras resultan fascinantes. En Los Cinco Budas de Plata, tenemos a Penn Harding, un periodista en paro, que tiene pensado pedir en matrimonio a una rica heredera de la que está locamente enamorado. En el camino, topa con una casa de subastas y se encapricha de una pequeña figura que representa a un Buda ciego (le aseguran que son figuras que regalan buena suerte a sus portadores). Es la última que está en venta de las cinco figuras que existían. En la novela conoceremos no sólo los extrañísimos acontecimientos que va a protagonizar Penn Harding a partir del crítico momento en el que compre el Buda de plata, sino también a lo que les ocurre a los otros cuatro compradores de las restantes figurillas. Conoceremos, así, la singular aventura que protagonizará Ivan Kossakoff, conocido por la policía como el Estrangulador; sabremos de los singulares episodios que vivirá el señor Cedric van Allen, ingeniero civil que acaba de regresar de África; o la sorprendente historia que vivirá Tim Waldo, recién llegado de Melbourne; sin olvidar a Sol Lewinstein, dueño del establecimiento de subastas, que se quedará con la última de las figuras de Buda. Lo que les sucederá a estos cinco personajes (y muy especialmente a Penn Harding, figura en la que se centra la mayor parte de la novela) no se puede explicar. Hay que leerlo.