Me he zampado (pantagruélicamente) las 6 temporadas de Perdidos. Again. Por segunda vez. Me ha gustado todavía más. Me he enganchado aún más. Folletín de 24 quilates. Droga dura. Y, a pesar de las críticas y de sus defectos, una auténtica obra maestra. Una serie que trasciende géneros, que está plagada de metáforas y que tiene todo lo que yo más adoro en una narración:
Misterio, aventura, personajes fascinantes, amores y desamores, intriga, viajes en el tiempo, guiños literarios continuos, universos paralelos y folletín. Mucho folletín. También suspense, romance, heroísmo, amistad, traición, sacrificio, supervivencia y folletín. Mucho folletín.
Y, además, tramas inverosímiles, coincidencias fantasiosas, un festival de cliffhangers, toques de filosofía, un universo propio con reglas propias, fashbacks y flashforwards a tutiplén, números mágicos y folletín. Mucho folletín.
Eso sin contar con los osos polares y el humo negro. Pues eso. Que no existe serie más adictiva. Dumas y Dickens la habrían bendecido.