Publicado en El Norte de Castilla el 11 de diciembre de 2015
No aprendemos. Cantaba Triana aquello de “una vez oí contar una historia que había en un cuento”. Y ya sabemos cómo acabó aquel cuento. Por de pronto, el que en la primera vuelta de las elecciones regionales francesas haya ganado el ultraderechista y xenófobo Frente Nacional de Marine Le Pen resulta tan preocupante como bochornoso. Los yihadistas empiezan a conseguir lo que desean: el triunfo del fascismo y, con él, el enfrentamiento entre Occidente y el Islam, el regreso a la Edad Media, la vuelta a las Cruzadas, o sea. Algunos sostienen que son los votos del desprecio y del cachondeo. Eso valía con los Ruiz Mateos, Jesús Gil, Cicciolina y fantoches similares, pero esta oxigenada tipa no es lo mismo. Ella va en serio. Y detrás de ella pueden venir más. En España parece que, por ahora, estamos vacunados. Un artículo de John Carlin hablaba hace poco de la categoría de los nuevos políticos españoles que, por un lado, nos hacen olvidar el pasado reciente del fatuo Aznar, el lila ZP y el inenarrable Rajoy, y por otro nos alejan de fulanos como el racista, analfabeto y provocador Donald Trump, de tipos peligrosos y caricaturescos como Jeremy Corbyn o Nigel Farage, o de la mismísima Marine Le Pen que sabe apelar como nadie a los bajos instintos tribales para arañar votos. Eso mismo, según Carlin, es lo que han evitado gente como Albert Rivera o Pablo Iglesias a pesar de la terrible crisis que nos azota (una pena que no meta en el mismo lote de gente preparada a Alberto Garzón). Te pueden gustar más o menos, puedes estar más o menos de acuerdo con sus propuestas pero, al menos, no dan vergüenza ajena. En fin que, por ver el vaso medio lleno, podemos alegrarnos de la llegada de nuevos políticos con nuevas ideas y de que ningún monstruo fascista amenace nuestras urnas. Claro que si dicen que en época de crisis se disparan los votantes que se agarran a propuestas ultras, en España, donde a diferencia de casi todos los países europeos no hay ningún partido fascista, queda una duda flotando en el aire. Los peligrosos descerebrados que votan a la ultraderecha, ¿a quién votarán en España?