Publicado en El Norte de Castilla el 26 de febrero de 2016

Mientras uno lee la noticia de ese bebé delfín varado en una playa de Buenos Aires al que unos bañistas descerebrados sacaron del agua para hacerse selfies con él antes de morir deshidratado a los pocos minutos, aparece otra noticia que tiene que ver también con fotos, en este caso la concesión de los premios World Press Photo. La triunfadora ha sido una instantánea de Warren Richardson en la que se puede ver a un bebé al que pasan de un lado a otro de la valla en la frontera entre Serbia y Hungría. Una imagen en blanco y negro desenfocada que nos habla de la tragedia de los refugiados. A pesar de lo impactante de la foto, todos pensábamos que el premio este año se lo llevaría la fotografía del niño refugiado ahogado en la playa. Pocas fotos tan icónicas, crudas y capaces de remover conciencias como la de Aylan tirado en la playa, un crío sirio, blanco, vestido a la manera occidental, casi cualquier niño de nuestro barrio. Una fotografía equiparable, por su trascendencia mediática y por su capacidad para ayudar a profundizar en la concienciación social, a las míticas del niño y el buitre en Sudán, del hombre del tanque de Tiananmen o de la niña del napalm de Vietnam. La foto no ganó porque Nilüfer Demir extrañamente ni siquiera la presentó al concurso. Sospecho que tampoco habría ganado. Todo resultó muy extraño, incluida la polémica generada en su día para que no se difundiera. Algo está pasando en esta sociedad cuando tanta gente se indignó por la publicación de la foto de un niño muerto y no pareció indignarse por la muerte de ese mismo niño. Seguimos metidos en nuestra burbuja y mirando hacia otro lado. Azuzando, eso sí, la violencia xenófoba (como en los deplorables sucesos de Sajonia donde algunos habitantes celebraron el incendio de un hotel con refugiados), magnificando al garbanzo negro por intereses bastardos y racistas e incluso soportando a algún imbécil purpurado saliendo a la palestra a echar gasolina al fuego. Es lo que tenemos. Conciencias adormecidas. En stand by. La crisis fagocitando esa cosita tan puñetera de la solidaridad, de la misericordia, de la empatía. Miles de muertos y desaparecidos en el mar. Muchos de ellos niños. En fin. Fotos. Sigamos haciéndonos selfies con delfines moribundos.