Publicado en El Norte de Castilla el 25 de marzo de 2016

El año pasado el director Michael Winterbottom estrenó un documental en torno a la crisis económica en el que el cómico Russel Brand se convertía en el niño que gritaba “el emperador está desnudo”. Lo que nos confirma “El traje nuevo del emperador” es que lo que nos han vendido como una crisis no ha sido otra cosa que una monumental estafa. Todo empezó con Thatcher, Reagan y el gurú de los neocon. Todos ellos convirtieron el egoísmo y la codicia en los pilares sobre los que la sociedad debía organizarse. El resultado fue una crisis sin precedentes y Marx retorciéndose en su tumba porque, al fallar el capitalismo, el estado intervino creando un fondo enorme de dinero financiado por los contribuyentes para comprar la deuda de los bancos. Russel Brand recorre las calles y presiona implacablemente a los banqueros, a la gente que provocó la crisis y que fue recompensada con cien mil millones de libras en primas y con el salario medio de los directivos de los grandes bancos creciendo y creciendo. De hecho, un limpiacristales tendría que trabajar durante 300 años ininterrumpidos para ganar lo que gana en un solo año uno de estos banqueros. Durante los últimos cinco años hemos tenido austeridad, recortes de inversiones, los sueldos se han estancado y nuestra deuda pública es ahora mayor. Parecía evidente que lo que buscaban era destrozar el estado del bienestar. Los fundamentalistas del libre mercado sabían lo que hacían: congelaciones salariales, subcontrataciones, privatizaciones y toda esa mierda neoliberal traducida en evasión de impuestos, paraísos fiscales y muchos millonarios pagando menos impuestos que su personal de limpieza. La desigualdad disparada a niveles nunca conocidos. Así, según Intermon OXFAM, un autobús con las 80 personas más ricas del mundo contendría más riqueza que la suma de todos los bienes de la mitad de la población mundial. Celebramos en estas fechas la Pasión, Muerte y Resurrección de alguien a quien hoy llamarían populista, demagogo o algo mucho peor. Lo que hizo un encolerizado Jesús al expulsar a los mercadores del Templo es un juego de niños comparado con lo que hoy haría con todos estos desalmados que tan bien desnuda “El traje nuevo del emperador”.