Publicado en El Norte de Castilla el 29 de abril de 2016
Millones de espectadores, una gala en directo desde el teatro de Stratford-upon-Avon, actores shakesperianos de primer orden (Ian McKellen, Judi Dench, David Tennant, Benedict Cumberbatch) y el propio príncipe Carlos recitando el “to be or not to be”. Colofón y punto y seguido (todo a la vez) de los festejos por los 400 años de la muerte de William Shakespeare. Desde enero lo están celebrando. El primer ministro se sumó con un relevante artículo, la BBC anunció una programación específica para todo el año y los presupuestos del Estado se volcaron con el aniversario. Igualito que en España. Desde hace meses los expertos cervantinos vienen denunciando la dejadez e inoperancia del Ministerio de Cultura. Al menos hasta llegar abril. Nosotros somos más de improvisar, de dejarlo todo para el último momento. Una vez que los cuchillos han volado y se ha denunciado la ingratitud hacia el más grande de los escritores nos hemos puesto manos a la obra. Es cierto, eso sí, que las conmemoraciones shakesperianas tienen un apoyo directo del Gobierno infinitamente superior a las cervantinas y que pese a los proyectos ministeriales anunciados lo que verdaderamente nos salva son las iniciativas regionales y locales, tanto públicas como privadas. Gracias a ellas estamos asistiendo a un glorioso boom cervantino: exposiciones, teatro, ofrendas florales, homenajes musicales, golosas conferencias (como las ofrecidas por el Aula de Cultura de El Norte de Castilla), propuestas singulares como ofrecer todo el Quijote tuit a tuit a lo largo de 1.700 entregas y hasta aparición de teorías más o menos estúpidas como la que sostiene que Cervantes y Shakespeare eran la misma persona. Madrid parece que comienza a explotar el filón de Cervantes (algo que lleva haciendo lustros Stratford-upon-Avon) y el alcalde de Valladolid se lamenta de que no hemos sabido aprovechar nuestra relación con Cervantes. A tiempo estamos. Mientras tanto es una gozada ver las librerías llenas de novedades sobre Cervantes. Y ver en los medios de comunicación al manco de Lepanto como si fuese una estrella de rock. Y viñetas en los periódicos (merci, Sansón). Y actividades en los colegios. Y ecos cervantinos por las cuatro esquinas. Que no pare la fiesta.