Una joven, Marta, llega a Nueva York y casi nada más aterrizar tiene que ir al depósito de cadáveres para identificar el cuerpo de su tía. Los inspectores encargados de investigar el asesinato comienzan a desconfiar de la joven cuando ella les confiesa que se había presentado en NY porque sabía que su tía iba a morir. También desconfían al descubrir en la joven una pequeña cicatriz en forma de X en el lóbulo de la oreja. Fairbanks, el inspector, recordaba esa misma marca en el cuerpo de unas mujeres muertas, una extraña pesadilla que vivió dos años atrás y que le hizo pensar de una manera seria en la presencia del diablo. Además, el cuerpo de la asesinada, de la tía de la joven, también presentaba la misma marca… Marta no parece tener miedo y decide quedarse a vivir en la tétrica casa de su tía. A pesar de que le aseguran de que en el piso superior no vive nadie, ella no deja de escuchar ruidos por la noche. La policía investiga pero insiste en que allí no vive nadie. Por la mañana, el conserje le deja un periódico al que su tía estaba suscrita. Al abrirlo ve la noticia de una niña desaparecida…
Mientras tanto, Marta ha coincidido con un vecino que le ha invitado a una fiesta. Pronto descubre que forman parte de una secta tenebrosa e infernal. Van disfrazados de diablos, de bruja, de verdugos, beben algo parecido a sangre y veneran a su particular gurú. Marta descubre que incluso hacen sacrificios y que se beben la sangre de los sacrificados. El último de ellos ha sido la niña desaparecida… Uno de aquellos hombres, el disfrazado de verdugo, se da cuenta de que Marta ha descubierto su secreto e intenta matarla… Pero, ¿y si la víctima no es tan ingenua y débil como todos suponen? ¿Y si tuviese un secreto oculto? ¿Y si fuese muy por delante de los satánicos?
Otra pequeña maravilla de Silver Kane. En esta ocasión algo más deslavazada que de costumbre pero igualmente interesante e hipnótica. Con más puntos y aparte de los acostumbrados, Silver Kane teje una trama entre terrorífica y policíaca clara deudora de películas exitosas de la época que trataban historias protagonizadas por sectas satánicas. Además, en “Fin de semana con el diablo” aparecen unos toques fantásticos realmente curiosos y atractivos. Por ejemplo, la utilización de una emisora microscópica adherida a la espalda de la víctima que emite unas ondas muy fuertes que se transmiten por la médula espinal hasta el cerebelo, lo que provoca un adormecimiento que anula todas las funciones de la voluntad. O, por ejemplo, las manos con largas y horribles puntas de acero que lleva uno de los satánicos (unas uñas recubiertas por unas láminas de afilado acerco que crecen y crecen gracias a un sistema hidráulico que está y se activa en las palmas de sus manos).