Tras abandonar los largos seriales, la mayoría de ellos de corte aventurero y bajo la divisa de Arnaldo Visconti, Debrigode se dedicó a publicar novelas autoconclusivas e independientes (muchas del oeste, la mayoría policiacas). Fue entonces cuando se sacó de la manga un nuevo seudónimo, Peter Debry, con el firmaría algunas memorables aportaciones al género. Su profundo conocimiento de la novela negra americana y del cine negro clásico se reflejaron en un buen puñado de novelas que, muchos años más tarde, han llevado a considerar a Debrigode como el verdadero padre de la novela negra española. “Doctor Borgia” puede ser uno de esos ejemplos de estupenda novela policíaca, en este caso aderezada con otros elementos como el terror, las aventuras y la ciencia-ficción.
Un policía adusto, Frank Briskin, que se enamora de quien no debe, una hermosa y vengativa mujer. Una acusación falsa que le incrimina y le lleva a la silla eléctrica. Un médico perverso, gran admirador de la familia Borgia, que se dedica a extraer los órganos de los condenados a muerte. Un curioso escritor de novelas policiacas que comienza a investigar lo sucedido a Frank Briskin. Y, como colofón, un farero y su hija que constituyen el contrapunto al universo del científico loco, con sus cabezas reducidas, sus hipnotismos, su capa negra y su utilización perversa de los condenados a muerte, a quienes convierte en una especie de zombis a sus órdenes. Debrigode en estado puro. El noir llegaba a España.