Publicado en El Norte de Castilla el 2 de diciembre de 2016

El pasado viernes fue el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y durante toda la semana los medios de comunicación han abordado el tema. Datos, estadísticas, noticias, opiniones de todo tipo, testimonios sangrantes y terribles confesiones de mujeres atemorizadas. Una mujer que había roto la orden de alejamiento de su marido para cuidarlo porque tenía cáncer y poco después él la mataba a hachazos. Una cámara de seguridad que había grabado la brutal paliza que un joven propinó a su novia. La turbadora entrevista a una mujer maltratada durante años y su espantoso convencimiento de que su ex no iba a parar hasta matarla. Una mujer embarazada degollada por su pareja al pensar que el hijo no era suyo. También, junto a las noticias, rebuznos de cromañones como los de un alcalde para quien el feminismo está formado por “mujeres frustradas, amargadas, rabiosas y fracasadas” o los del arzobispo de turno que considera que “las mujeres mueren por no aceptar las imposiciones de sus parejas”. Tipos anclados en la Edad Media enarbolando un posmachismo de serie asqueroso. Lo realmente preocupante es que esto del posmachismo es una lacra. Antes, con entrar a un bar, ya se podían escuchar barbaridades de todo tipo. Ahora sólo hay que asomarse a las redes sociales o a los comentarios digitales en los periódicos. Cada vez que una noticia habla de violencia machista inmediatamente aparecen cascadas de comentarios de hombres minimizando el problema y enredándose en cuestiones terminológicas o justificando los asesinatos con argumentos que producen vergüenza ajena: que si las denuncias falsas, que si también hay hombres asesinados por mujeres, que si la supuesta manipulación que ejercen las madres sobre los hijos para enfrentarlos al padre. Para ellos las feministas son feminazis y son capaces de comparar algún caso aislado con el hecho general e incuestionable de que cada 10 minutos en algún punto del planeta un hombre mata a una mujer que es o fue su pareja. La violencia machista se condena o no. Así. Sin excusas de ningún tipo. El resto son sombras de un machismo que sigue anclado en el ADN de muchos. Y hablo de gente que parece normal y a la que se le ve el plumero en tres, dos, uno… Las redes sociales son chivatas. Y transparentes. Más aún que la barra del bar.