Publicado en El Norte de Castilla el 9 de diciembre de 2016
No hace mucho escribía en estas mismas páginas que no le habíamos agradecido suficientemente a Eduardo Mendoza el habernos enseñado que se podía escribir una novela sustentada en los géneros populares sin por ello dejar de lado las exigencias artísticas. Ahora acaban de otorgarle el Premio Cervantes. El jurado que le ha concedido el premio destaca que con su primera novela inauguró una nueva etapa de la narrativa española, recuperando para el lector el goce por el relato y el interés por la historia que se cuenta. Y no sólo eso. “La verdad sobre el caso Savolta” se editó en el momento justo. Cuando la narrativa española, asfixiada por un experimentalismo completamente agotado, había entrado en un callejón sin salida. Por entonces un joven y desconocido Mendoza nos regaló una novela que recuperaba el placer de la lectura y lo hizo, sobre todo, echando mano de géneros marginales y denostados como el folletín o el policíaco. Desde entonces, el autor barcelonés ha insistido en seguir cultivando la anécdota sentimental, el pastiche alocado, las peripecias rocambolescas, la importancia del enredo y la aventura. En su segunda novela hizo acto de presencia un detective mísero y chiflado, un yonqui de la Pepsi Cola que resolvía casos delirantes y desternillantes a partes iguales (el arranque de “El misterio de la cripta embrujada”, con un partido de fútbol entre los pacientes de un manicomio, es memorable). Luego llegarían otras cuatro aventuras del detective loco y un buen puñado de novelas sobresalientes, destacando por encima de todas “La ciudad de los prodigios”. Eso sin olvidar la gamberrada de “Sin noticias de Gurb”, un folletín con todas las de la ley, escrito día a día para un periódico durante el agosto de 1990. Son muchos los que aterrizaron en el mundo de la literatura gracias a esta marcianada, una obra que puede parecer simplona pero que es capaz de hacerte reír a mandíbula batiente. En fin, pocos premios Cervantes más merecidos que el otorgado a un autor con ADN cervantino y el humor por bandera. Parece que ha sentado mal el premio entre algunos pero, bueno, siempre hay gente a la que todo le parece mal. Ya sabemos que muchos autores se mueren de ansia de trascendencia y de solemnidad. Sospecho que Mendoza baila sobre ellos. Habrá que releer al detective loco para echarse unas risas.