Publicado en El Norte de Castilla el 23 de diciembre de 2016

Estamos en época de balances, de mirar atrás, de echar gasolina a la memoria, de activar la saudade por activa y por pasiva. Por ello y para ello, los medios de comunicación se ponen las pilas y nos ayudan en la tarea de recordar lo que ha sido lo mejor y peor de estos meses. De hecho, desde hace tiempo, los medios digitales le dedican un espacio preferente en sus portales a las noticias más vistas. Nos volvemos vagos y no tenemos tiempo para nada así que necesitamos que nos hagan un resumen de lo más importante. Como cuando éramos pequeños y en los libros de texto venía un resumen de lo que había que aprender al final de cada lección. Echando un vistazo rápido a uno cualquiera de los periódicos digitales, un día al azar de esta semana, nos encontramos con que lo más visto tiene munición suficiente como para abrirnos las venas. Un hombre que mata a tiros al embajador ruso en Turquía, un camionero que mata a doce personas en un mercadillo navideño de Berlín, un famoso periodista que asesina a su mujer y después se suicida, tres niños que han vivido varios días con su madre muerta en Palma, una mujer violada y empalada que fallece tras horas de agonía en Argentina, etcétera, etcétera, etcétera. La muerte. Siempre la muerte. Probablemente como reafirmación de la vida. Una imagen icónica de lo que este fin de año puede representar es la del asesino del embajador ruso con la pistola en la mano. Una imagen terrible en mitad de una exposición: la del cuerpo de un hombre tendido que acaba de morir y la de su asesino arengando a las masas como si fuese un personaje de Tarantino. Hemos visto la foto y el vídeo una y otra vez. La muerte en directo, o sea. Como la del hombre de Alicante que es arrastrado por una tromba de agua y que, ante la desesperación de los policías, acaba en el mar. ¿Cuántas veces han puesto esas imágenes? En la mayoría de redes sociales censuran tetas pero no cadáveres. Cada vez más esas mismas redes sociales se llenan de imágenes escalofriantes que enseñan sin pudor la muerte. En fin, que parece que elegimos siempre las fotos más terribles, las noticias más desoladoras, las más truculentas. Y volvemos a ellas una y otra vez. ¿Eso nos convierte en psicópatas? No, probablemente eso nos convierta en supervivientes. En eso consiste, mal que nos pese, este juego.