Publicado en El Norte de Castilla el 30 de diciembre de 2016

Ningufoneo. Una de las doce palabras del año elegidas por la FUNDEU. Hace referencia a la deplorable actitud de ignorar a las personas que tenemos delante mientras concentramos toda nuestra atención en el móvil. A los amigos, es cierto, se les perdona todo. Lo que es imperdonable es que al que está sentado a tu lado en un concierto, en un teatro, en el cine, le suene el móvil. Hace unos días el prestigioso director de orquesta William Christie interrumpió el Mesías de Haendel por el repetido sonido de un móvil. “Acaban de destruir una de las piezas más bellas jamás creadas”, dijo profundamente disgustado. Hace no mucho hablamos aquí mismo de cuando José María Pou interrumpió una obra al sonar por enésima vez un teléfono. No apagar el móvil en un acto público es una grosería inaceptable, una falta de respeto, un insulto y un desprecio al artista y al que comparte espacio contigo. Un móvil que suena en un funeral con el politono de Papi-chulo. Un móvil interrumpiendo una conferencia. Un lerdo hablando a grito pelado en un tren, aun sabiendo que tiene que salir del vagón para utilizar el móvil, y todos enterándonos de su conversación de mierda. El móvil del cura sonando en la misa (¿esperando una llamada urgente de la Virgen?). Un inconsciente hablando por el móvil en el coche y poniendo en peligro la vida de los de alrededor. Un móvil sonando en la consulta del ambulatorio y dejando al médico con la palabra en la boca. Un móvil en un concierto. En una obra de teatro. En el cine. Un móvil que suena y un maleducado que contesta. O que lo enciende cada cinco minutos para ver si le ha llegado un puto whatsapp. A los que hacen todo eso les importa una mierda la película, la obra de teatro, el concierto. Y lo que es peor: les importa una mierda el resto de la gente. En todos esos lugares se avisa de forma explícita de que hay que apagar los móviles. Así que como muchos se lo pasan por el arco de triunfo habrá que adoptar otras medidas. Inhibidores de frecuencia. Expulsión de la sala. Multa al canto. Confección de una lista negra de usuarios chungos como en los casinos. Y no hablo de latigazos en público porque estamos en Navidad. Pero, de verdad, ¿nos hemos vuelto imbéciles? ¿Tanto cuesta vivir sin la mierda del móvil durante un par de horas? ¿Ningufoneo o idiotización a la enésima potencia?